domingo, 11 de mayo de 2014

Tesoro de Villena


Conjunto del Tesoro de Villena.


El Tesoro de Villena es uno de los hallazgos áureos más sensacionales de la Edad de Bronce europea. Está conformado por 59 objetos de oro, plata, hierro y ámbar que totalizan un peso de casi 10 kilos. Esa magnitud lo convierte en el tesoro de vajilla áurea más importante de España y el segundo de toda Europa, sólo superado por el de las Tumbas Reales de Micenas, Grecia. Además, destacan las piezas de hierro ya que son las más antiguas halladas en España y corresponden a una fase en la que el hierro se consideraba metal precioso y, por tanto, atesorable. Lo encontró en 1963 el arqueólogo villenense José María Soler García en las cercanías de Villena (Alicante, España), y desde entonces ha sido la pieza clave del Museo Arqueológico de Villena. De su hallazgo se hicieron eco la mayoría de los medios nacionales y varios del extranjero, entre ellos de Francia, Alemania y los Estados Unidos. El original ha sido expuesto en Madrid, Alicante, Tokio y Kioto, y existen dos copias de todo el conjunto que son usadas para exponerlo sin ponerlo en peligro, mientras que éste se conserva permanentemente en una vitrina blindada del Museo Arqueológico de Villena. 

Conjunto del Tesoro de Villena y el Tesorillo de Cabezo Redondo expuestos en el museo: José María Soler


El hallazgo 

Mapa arqueológico del termino de Villena.


Antecedentes 

Foto tomada durante las excavaciones.
La creciente actividad urbanística que se estaba llevando a cabo en Villena en la década de 1960 llevó a buscar lugares más alejados en los que extraer la grava para la fabricación del hormigón. En octubre de 1963 el albañil Francisco García Arnedo encontró una pieza metálica entre la grava de una obra que estaba realizándose en la calle de Madrid y la entregó al capataz, Ángel Tomás Martínez en la creencia de que sería una pieza del engranaje de algún camión. Dicho capataz se limitó a colgarlo en un lugar visible donde el dueño pudiera encontrarlo. Transcurridos varios días, llamó la atención de otro albañil, Francisco Contreras Utrera, que lo cogió y lo llevó a casa. La mujer de éste, Esperanza Fernández García fue la que decidió llevarlo al joyero Carlos Miguel Esquembre Alonso el día 22 de octubre de 1963. El joyero, al percatarse de que la pieza era un extraordinario brazalete de oro avisó al arqueólogo José María Soler García, que inmediatamente se personó en la joyería. Soler, temiendo que el brazalete hubiera sido mutilado o que parte de la información fuera falsa, pusó el caso en conocimiento del Juez de Instrucción de Villena. La indagaciones empezaron al poco tiempo, pero no se hallaron circunstancias aclaratorias del hallazgo. 

El día 25 de noviembre el mismo joyero avisó a Soler de que había llegado a sus manos otro brazalete de similares características. En este caso lo llevó a la joyería la pareja formada por Esperanza Martínez Morales y su esposo Juan Calatayud Díaz, transportista de gravas, que aseguraban que la pieza había pertenecido a la abuela de Esperanza Martínez. Dado el parecido de ambos brazaletes y el hecho de que el segundo presentara las mismas adherencias terrosas que el primero, Soler puso de nuevo el caso en conocimiento del Juez de Instrucción. El día 26, antes de comparecer en el juzgado, Juan Calatayud apareció en casa de Soler afirmando que había encontrado el objeto en una de las ramblas cercanas a la ciudad, al pie de la Sierra del Morrón. El día 30 de noviembre, dentro del marco de las diligencias judiciales, se hizo una inspección ocular de dicha rambla tras la cual se decidió excavar en la zona. 

Excavación 

La rambla en la que habían aparecido los brazaletes está en el valle de Benejama, al sur de la Sierra del Morrón, a unos 5 km del casco urbano de Villena. La rambla en sí es la parte baja del Barranco Roch, que toma como nombre Rambla del Panadero. El día 1 de diciembre se personó allí José María Soler, acompañado de los hermanos Enrique y Pedro Domenech Albero y sus respectivo hijos. La zona señalada se hallaba cerca de las ruinas de unos barracones islámicos y allí localizó el equipo un área de unos 30 m² bajo la que podría hallarse el lugar de proveniencia de los brazaletes. No dio resultado y se dispusieron a excavar por estratos un área con restos de incineración de 1 m². Tampoco se encontró nada y a las 5 de la tarde, ya dispuestos a regresar, Pedro Domenech, que se había desplazado un poco, descubrió con su azada dos brazaletes y el borde de una vasija. 

Repercusión en la prensa de la época.
Las circunstancias eran poco favorables ya que estaba a punto de anochecer y no se disponía de los medios para levantar el hallazgo con garantías, amén de que para Soler la idea de cubrirlo de nuevo para volver al día siguiente era "francamente temeraria". Por tanto, se envió a los dos muchachos, Enrique y Pedro, al encuentro del taxi que estaría de camino para recoger al equipo, con una nota para el abogado Alfonso Arenas García en la que se pedía un fotógrafo con medios de iluminación. Al cabo de dos horas aparecieron el abogado, el taxista Martín Martínez Pastor, los dos muchachos y el fotógrafo Miguel Flor Amat, que tomó las únicas fotografías del hallazgo in situ. Después, se montó la vasija en el taxi y se llevó al despacho de Soler. 

Presentación al público 

La primera exposición se llevó a cabo durante la Navidad de 1963 en las dependencias del Museo Arqueológico de Villena. El 27 de diciembre de 1963 el ferroviario Pedro Lorente García entregó por propia voluntad a José María Soler un tercer brazalete que se hallaba arrinconado en el desván de su casa, a la que había llegado 4 o 5 meses antes y que había sido identificado por su hija como semejante a los del Tesoro tras contemplarlo en la exposición.

Cuencos de oro (37, 36 y 38).

Piezas 

El tesoro está formado por 66 piezas, 56 de las cuales se agrupan claramente para formar 49 objetos diferenciados. Las otras 10 piezas debieron pertenecer a objetos complejos de los que fueron arrancadas y es difícil determinarlas, por lo que hay que considerarlas como objetos individuales. Esto nos da un total de 59 objetos cuya cantidad y peso se distribuyen de la siguiente manera:




Se puede observar la gran preponderancia de los brazaletes, que constituyen casi la mitad del conjunto de objetos y suponen el 54% del peso. Siguen los cuencos, con el 36% del peso. Los frascos de oro y plata suponen un 6% del total, mientras que los 15 objetos restantes conforman tan sólo un 4% entre todos ellos. La siguiente tabla muestra la relación entre los materiales utilizados y el peso de los mismos entre las piezas del tesoro:




Claramente el material más importante es el oro, con un 91% de las piezas y un 93% del peso. La plata ocupa un lugar muy secundario, con tan sólo el 4,5% de las piezas y el 5,7% del peso. Las cantidades de hierro y ámbar son prácticamente insignificantes.  

El oro del tesoro

Entre las 66 piezas del tesoro hay tres de plata, dos de hierro y una de ámbar. Las restantes son de oro.

De acuerdo con Hartmann, la cantidad de plata que contienen todas las joyas es de origen natural y su proporción de cobre la que existe en el oro extraído de arenas fluviales. Ni el Segura ni el Vinalopó han sido nunca considerados auríferos, pero no se puede descartar que lo hayan sido en otros tiempos. Figueras Pacheco habló de unas denuncias mineras en el término de Guardamar del Segura, mientras que Juan Bautista Carrasco aduce el testimonio de la Estadística ofical para afirmar la existencia de minas de oro en San Fulgencio, y la explicación del Mapa Geológico de España de 1951 afirma sobre el criadero de cobre de Santomera que es "una masa de bastante consideración de pintas de cobre, cobres rojos, carbonatos verde y azul y, no pocas veces oro nativo, precisamente al contacto de una erupción hipogénica".

También en época antigua se ha hablado de la riqueza aurífera de esta área. Francisco Diago, por ejemplo, comenta que en la Sierra de Mariola (cuyo extremo meridional es la villenense Peña Rubia), tenía Sexto Mario las minas de oro que le hicieron el hombre más rico de España. Ibarra, por su parte, comenta de Elche que "en las entrañas de su tierra el metal más precioso, que desde los primeros tiempos ambicionó el hombre y el que había de despertar su codicia al explotarle en lejanas edades, como nos dan elocuente testimonio numerosos trabajos llevados a cabo en la Sierra del Molar, en época desconocida por lo remota". Por tanto, para Soler resulta cierto que el Cabezo Redondo durante la Edad del Bronce fue un "riquísimo foco cultural capaz de irradiar su influencia hasta regiones muy lejanas".


Fuente: Wikipedia

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