La inflación es uno de los problemas más perniciosos que aquejan a nuestra sociedad, pues no sólo deteriora el poder adquisitivo de la moneda y perjudica a la mayoría de las personas, sino que al distorsionar la estructura de producción causa estragos en el plano microeconómico. No es que haga subir únicamente el «índice general de precios », sino que desencadena lo que se conoce como «efecto Cantillon», que explica que la inflación distorsiona los precios relativos. Esto, a su vez, demuestra que cualquier medición de la inflación resulta insuficiente y arbitraria. Por desgracia, los gobiernos aprovechan cualquier ocasión para emplear dicha medición en su beneficio, y lo hacen de varias maneras.
¿Qué es el efecto Cantillon?
Los precios de los bienes tienen dos componentes: el monetario y el relacionado con el bien en sí. Ello nos permite entender la gran importancia que tiene el dinero, pues es la mitad de cada una de las transacciones que llevamos a cabo. Cantillon reconoció que el dinero no es neutral y que no existe un índice general de precios. Son los precios individuales los que suben o bajan.
Cuando se crea dinero o crédito nuevo, normalmente en forma de nuevos depósitos bancarios, no es que «suba» un índice general de precios. Quienes disponen del dinero o del crédito recién creado tienen que acudir al mercado para hacer que los precios suban. Desde ahí, ese dinero va pasando de mano en mano y haciendo que algunos precios suban a lo largo del proceso. La última persona que lo recibe, sin embargo, se enfrenta a unos precios que ya han subido. La inflación es un juego donde hay ganadores y perdedores: unos pueden gastar el dinero de nueva creación en precios que aún no han se han ajustado al alza, y a otros no les queda más remedio que pagar precios más altos pese a que sus ingresos no han aumentado.
El premio nobel Friedrich Hayek explicaba la inflación comparándola con la acción de verter miel sobre una mesa. Primero se forma un montículo, que representa a los que reciben el dinero nuevo en primer lugar. Poco a poco, la miel va extendiéndose por la mesa, lo que representa cómo el dinero de nueva creación pasa de mano en mano. Llega un momento en que la miel deja de extenderse. La inflación se detiene. Todos los precios han subido para reflejar la nueva estructura de precios que se ha creado. Algunos han salido ganando, otros perdiendo.
Un conflicto de intereses
Si esto no lo hiciese el gobierno, sino una empresa cotizada que hubiese contraído obligaciones de pago futuras de acuerdo con unos criterios que ella misma midiera sin verificación por parte de un tercero, quien recibiese ese dinero protestaría violentamente. Sin embargo, la mayoría de los acreedores del gobierno, pensionistas en su gran parte, parecen estar bastante tranquilos.
Lo cierto es que el gobierno tiene buenos motivos para manipular las cifras de la inflación a su favor. En primer lugar, muchas de sus obligaciones de pago (las pensiones, por ejemplo) corrigen el efecto de la inflación con ese dato. Calcular la inflación a la baja reduce el importe efectivo de las cantidades que se desembolsan. En segundo lugar, los tramos impositivos se corrigen teniendo en cuenta la inflación. Al calcular la cifra a la baja, quienes reciben intereses por sus préstamos entran en tramos más altos pese a que su renta en términos reales no haya aumentado. Por último, la mayoría de los gobiernos emiten títulos de deuda protegidos contra la inflación, razón por la cual les conviene que la inflación oficial sea menor que la real.
¿Cómo se calcula la inflación a la baja?
Desde que se encargara a la Comisión Boskin (también llamada Advisory Commission to Study the Consumer Price Index) investigar una supuesta manipulación al alza de la cifra de inflación, se han introducido numerosos cambios en la forma de calcularla. Sin entrar en demasiados detalles, muchas de las partidas que componen el Índice de Precios al Consumo se ajustan de forma «hedonista». Aunque el Bureau of Labor Satistics no aprobaría mi sucinta explicación, un «ajuste hedónico» significa, básicamente, que cuando la gente deja de comer filetes porque es demasiado caro y pasa a comer hamburguesas, la cesta de bienes se actualiza.
John Williams, de ShadowStats, ha calculado que el IPC actual es más de tres puntos porcentuales inferior si se lo compara con la forma en que el indicador se calculaba tan sólo hace unos años, en 1990. Si se lleva la comparación hasta 1980, la diferencia llega a superar los 7 puntos.
Deterioro de la confianza
En una primera instancia, la manipulación a la baja de la cifra de inflación reprime los precios del oro porque mantiene bajo el temor a la inflación, pero es una distorsión que puede acabar resultando contraproducente, pues en cuanto la mayoría reconozca que la pérdida de poder adquisitivo es mucho mayor y más extendida que la señalada por los indicadores del gobierno, es muy probable que la pérdida de confianza en la moneda resulte mucho más difícil de contrarrestar que lo que hubiera sido si las mediciones del gobierno se hubiesen ajustado más a la realidad.
A la postre, los beneficios son a muy corto plazo, por supuesto, y cuando la situación se vuelve incontrolable llegan las razones por las que lamentar haber manipulado la inflación a la baja.
Los precios del oro podrían dispararse
¿Qué efecto tiene en los precios del oro manipular a la baja el índice de precios al consumo? Respuesta: que las expectativas de inflación disminuyen. Pero cuando el genio se escapa de la botella, cuando la gente reconoce que los precios están subiendo deprisa y que nada podrá impedir que lo sigan haciendo, la moneda puede desplomarse y entrar en crisis, lo que provocaría que se dispararan los precios del oro. El aumento de los precios debido a la inflación pudiera ser leve, pero eso es algo que podría cambiar muy deprisa.
Como sentenció el economista Ludwig von Mises: «Se puede seguir generando inflación sólo mientras la gente siga creyendo que no va a continuar. Una vez que se comprenda que la inflación persistirá y que la unidad monetaria no dejará de perder valor, la moneda estará condenada».
Olav Dirkmaat
Olav es analista de metales preciosos en GoldRepublic (www.goldrepublic.es) y estudiante de doctorado en Economía en la Universidad Rey Juan Carlos en Madrid. Además es fundador de Hedgehog Capital (www.hedgehog-capital.com), un fondo de inversión que busca oportunidades de inversión en mercados en niveles extremos (sobre o infravalorados).
Fuente: © OroyFinanzas.com
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