sábado, 24 de mayo de 2014

¿Cómo se consigue oro amarillo, blanco o rosa?


Cada casa de joyeria realiza sus propias aleaciones a partir de lingotes de oro fino. El oro de 18 quilates o 750 milésimas (es decir 750 gramos de oro puro por un kilo de materia) es muy apreciado en joyería pues, a diferencia del oro de 24 quilates, demasiado maleable, representa el mejor equilibrio entre resistencia, destellos y contenido de oro puro. Ideal para el engaste de piedras preciosas, soporta igualmente el paso del tiempo y los pequeños golpes de la vida cotidiana. 



El oro se fabrica respetando al pie de la letra un proceso extremadamente preciso. En función de la aleación que se desea obtener (oro blanco, rosa o amarillo), el fundidor coloca los metales finos necesarios en un crisol de grafito y arcilla. Para producir oro rosa, por ejemplo, necesitará una cierta cantidad de oro fino de 24 quilates, plata y cobre, mientras que para el oro blanco añadirá paladio. 

Ahora entenderéis por qué con el paso del tiempo, conforme se va desgastando la pieza de oro blanco, aparece el tono amarillo del oro base. El blanco vuelve a ser el inicial al rodiar la pieza. 

El proceso de fundición empieza cuando el recipiente está en el horno. El calor de éste varía en función del tipo de aleación. El oro rosa, por ejemplo, exige una temperatura de 1000°C. Los materiales entran en fusión. TODO UN ESPECTÁCULO!!! En menos de treinta minutos, un líquido rojo resplandeciente palpita en el corazón del crisol. Al final del horneado se vierte, como si fuese lava, en una masa de acero. 


El lingote obtenido siempre está compuesto por 750 gramos de oro puro, el peso que indica la norma. Seguidamente el oro es laminado por los artesanos en una larga y gruesa banda de 12 mm. En este momento se recorta una muestra llamada “zanahoria”, que se pesa y numera para ser enviada al Control Metales Preciosos de cada país, a fin de que se analice la aleación. 



Sólo después de haber recibido el certificado de control de metales, se puede emplear la aleación. Pero para ello, el metal debe ser horneado varias veces a una temperatura promedio de 600° para devolverle al lingote su estructura inicial. 



Entonces puede ser laminado por última vez, para darle el grosor exigido por los usos a que estará destinado. 



Aparecen nuevas tecnologías en el oficio pero el savoir-faire humano sigue siendo fundamental. Estos alquimistas del siglo XXI hacen que podamos seguir soñando con oros de colores.



Escrito por: Elena Carrera


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