viernes, 2 de febrero de 2018

En busca del oro de los faraones


Tras una década de exploración, una empresa canadiense prepara la apertura de una mina de oro en una vasta y desértica superficie del sur de Egipto donde aún quedan las huellas de las extracciones de aquella época

Uno de los miembros que participa en el proyecto de extracción de oro de Abu Marawat, en Egipto

En mitad de ningún lugar, en una geografía escarpada y a primera vista estéril, se halla uno de los tesoros ocultos de Egipto, el oro del que una vez los faraones adoraron como «la piel de los dioses». Un territorio ignorado durante décadas en el que una empresa canadiense busca el preciado maná. «La realidad es que muy pocos proyectos en fase de exploración como el nuestro acaban desarrollándose y entran en la etapa de exploración. Es un proceso muy complejo que requiere su tiempo», advierte Javier Orduña, un geólogo británico de raíces españolas, mientras recorre al volante de un todoterreno la concesión de Aton Resources, una superficie de 738 kilómetros cuadrados ubicados al norte de la ciudad turística de Luxor, en el desierto oriental egipcio. 

Curtido por más de dos décadas de exploración geológica en Oceanía, Asia, Europa o África, Javier lleva la batuta del equipo que abre zanjas, extrae muestras y ausculta la piel de Abu Marawat, una inmensidad que alberga entre sus porosas fronteras tres antiguas minas británicas y el rastro del deambular de civilizaciones y su compartida fiebre por el oro. "Es una área enorme de la que uno sólo tiene cierta conciencia cuando conduce a través del desierto", admite el experto. La única señal de humanidad está a decenas de kilómetros, en un pequeño pueblo beduino plantado en la carretera principal que conecta Luxor con Qena. 

La misión comenzó hace una década, pero sufrió interrupciones esporádicas por los capítulos de agitación política que el país más poblado del mundo árabe vivió desde el derrocamiento del octogenario Hosni Mubarak en 2011. Una tarea a la que Orduña y sus discípulos dedican horas de detectivesca búsqueda. "Contamos con una tecnología de la que no disponía, por ejemplo, la empresa británica que estuvo haciendo exploraciones en los noventa del siglo pasado. Usamos imágenes por satélite y detectamos sobre la superficie indicios de antiguas extracciones. Es una herramienta fabulosa para encontrar vetas", detalla el geólogo mientras señala en una pantalla el rastro de senderos, construcciones de piedra y zonas de color rosado que delatan la concentración de minerales. 

"No es algo definitivo, pero te puede dar algunas pistas de dónde hallar oro, cobre o cinc. A estas áreas de intenso color rojizo que se ven en el mapa se trasladaron bloques de piedra y se trituraron para extraer minerales", desliza Orduña. La firma ha detectado más de una docena de puntos donde centran sus expectativas. "Extraemos ejemplos que son enviados regularmente a un laboratorio de Rumanía"; los resultados muestran concentraciones de oro que oscilan entre uno y 20 gramos por tonelada, una proporción que alimenta las esperanzas. 

"Nos estamos moviendo desde la exploración hacia el desarrollo de la mina. Se han hecho pruebas metalúrgicas en Reino Unido y hemos empezado a diseñar la explotación. Nuestro plan es declarar el inicio de la actividad comercial a lo largo de este año y comenzar las operaciones a finales de 2019", apunta el geólogo. "2017 fue un año excepcional y el preludio del que será el mejor año para nuestra compañía", confirma Mark Campbell, presidente de Aton. 

Su optimismo contrasta con la soledad de su apuesta en un país que, según los analistas, podría ser una potencia mundial en la extracción de oro. Hasta la fecha, sin embargo, una única mina opera en la tierra de los faraones. La de Sukari, a unos 200 kilómetros al sur de la concesión de Aton, es un boyante negocio levantado por la compañía Centamin sobre un yacimiento explotado en la antigüedad. De su páramo salieron en 2016 un total de 551.036 onzas, generando miles de millones de dólares. 

Sus operaciones no han estado exentas de polémica. Las condiciones especiales de su actividad fueron aprobadas por el Parlamento durante los años de Mubarak en palacio y anuladas fugazmente por los tribunales tras las revueltas que le desalojaron del poder. 

Una rentable aventura comercial, tras una costosa fase de exploración, que mantiene paralizadas las draconianas condiciones establecidas por las autoridades locales en una oferta de licitación lanzada el pasado año. Según el pliego, el Gobierno exige -entre otros requisitos- recibir la mitad de las ganancias obtenidas por la extracción del oro. Un modelo peculiar e inexistente en el resto del mundo -donde impera un régimen de canon e impuestos- que ha espantado a los posibles inversores y ha llevado a algunos empresarios egipcios a buscar extramuros y sufragar la exploración del oro en mercados cercanos como Etiopía. 

Las críticas, no obstante, no han modificado un ápice las directrices de El Cairo, más interesado en sacar rédito a sus reservas de gas y hallar recetas rápidas para mitigar el programa de austeridad impuesto por el FMI que, entre otras contrapartidas, ha originado una drástica devaluación de la libra; o plantar cara al desorbitado crecimiento demográfico, que arroja cada año a decenas de miles de jóvenes a un mercado laboral incapaz de asimilar tal indigestión. 

A pesar de los obstáculos y la letra pequeña, la cuadrilla que escudriña los dominios de Abu Marawat está decidida a que las minas abandonadas que salpican el paisaje vuelvan a brillar. "Es una carrera contra el tiempo porque tenemos muchos puntos y una licencia hasta 2024", reconoce el británico desde Hamama, el lugar del cuartel general del equipo. El páramo es, además, el principal objetivo de la exploración. "Nuestra intención es iniciar en Hamama nuestra actividad comercial y solicitar una licencia de 20 años de duración. Será la primera desde la entrada en funcionamiento del depósito de Sukari en 2001", concluye exhultante Campbell.


Publicado en: El Mundo

 

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